Zack Lightman se ha pasado la vida
soñando. Soñando con que el mundo real se pareciera un poco más al sinfín de
libros, películas y videojuegos de ciencia ficción que lo han acompañado desde
siempre. Soñando con el día en que un acontecimiento increíble y capaz de
cambiar el mundo hiciera añicos la monotonía de su aburrida existencia y lo
embarcara en una gran aventura en los confines del espacio. Pero un poco de
escapismo no viene mal de vez en cuando, ¿verdad? Después de todo, Zack no deja
de repetirse que sabe dónde está el límite entre lo real y lo imaginario. Que
sabe que en el mundo real nadie elige para salvar el universo a un adolescente
con problemas para controlar su ira, aficionado a los videojuegos y que no sabe
qué hacer con su vida. Y entonces Zack ve un platillo volante. Para colmo, la
nave alienígena es igual a las del videojuego al que se pasa enganchado todas
las noches, un juego multijugador de naves muy popular llamado Armada en el que
los jugadores tienen que proteger la Tierra de unos invasores extraterrestres.
No, Zack no se ha vuelto loco. Aunque parezca imposible, aquello es muy real. Y
van a ser necesarias sus habilidades y las de millones de jugadores de todo el
mundo para salvar la Tierra de lo que está por venir. Al fin Zack se va convertir
en un héroe. Pero a pesar del terror y la emoción que lo embargan, no puede
evitar recordar todas aquellas historias de ciencia ficción con las que ha
crecido y preguntarse: «¿Acaso no hay algo en todo esto que me resulta...
familiar?»
Mis expectativas antes de leer este
libro estaban a la altura del refugio 111 (mira yo también puedo añadir
referencias frikis sin venir a cuento), es decir bajo tierra para aquellos que
no hayáis jugado al Fallout 4, y a pesar de ello, al final tengo que darles la
razón a la gran mayoría de gente que ha puesto a parir esta novela durante los
últimos meses.
La historia es una amalgama de otras
novelas de ciencia ficción exitosas, pero en vez de escoger lo mejor de cada
una, lo que no la haría original, pero si al menos coherente y puede que
interesante, Cline ha preferido coger lo peor de cada una de ellas y para
rematarlo añadirle en abundancia su toque friki.
El resultado pues es lo que es, una
especie de versión literaria de la lamentable película de Pixels.
Como reza la sinopsis, Zack es un
joven a punto de terminar el instituto con un grave trastorno psicológico por
no haber conocido nunca a su padre y que dedica la mayoría de su tiempo a
trabajar en una tienda de videojuegos y sobre todo, a jugar a Armada. Un juego
online sobre naves espaciales de tremenda popularidad y en el que ocupa uno de
los diez primeros puestos del ranking mundial.
Hasta este momento la trama tiene
tintes similares a Ready Player One, pero la incertidumbre por saber por dónde
va a tirar la historia hace que se deje leer.
Pero un día sin más, Zack ve uno de
los platillos volantes contra los que suele pelear en Armada sobrevolar por
encima de su instituto. Mientras no deja de darle vueltas a la posibilidad de
que se esté volviendo loco, una nave de la ADT (Agencia de Defensa Terrestre)
aterriza delante de su instituto ofreciéndole la posibilidad de enrolarse en
ella para defender a nuestro planeta de la amenaza alienígena que se nos viene
encima.
Ya en una de las bases secretas de la
ADT, Zack junto a otros expertos como él en Armada, descubrirán que lo que ellos creían
que era un simple juego, está basado en la realidad y solo ellos pueden detener
la catástrofe que se avecina.
Es inevitable comparar las similitudes
que vemos con El juego de Ender. La gran diferencia, es que además de ser mucho
más original la idea de Orson Scott Card, este último nos explica el motivo por
el que los niños son mejores reclutas para luchar en esa guerra. Aquí en
Armada, Cline nos quiere colar sin mayor explicación, como los gobiernos del
mundo pondrían a cargo miles de millones de dólares y la defensa de todo
nuestro mundo, en gente que ha demostrado grandes cualidades en un par de
simuladores militares ¿Para qué perder el tiempo entrenando pilotos militares
profesionales si podemos hacer uso de chavales adolescentes y mayores de edad
con mucho tiempo libre?
Pero hay más, no solo nos van a tener
que defender unos adictos a videojuegos, sino que además, llegado el momento
del ataque, Cline nos da a entender que cualquiera que haya jugado a este juego,
sea cual sea su nivel, puede hacer uso de la limitada cantidad de drones
militares que posee el mundo. Es decir, en vez de permitir que solo los mejores
peleen, se desperdician recursos aunque estos sean menores, con cualquiera que
tenga una cuenta online de estos juegos.
Obvia decir que a partir de este
momento, o al menos fue lo que sucedió en mi caso, ni las multiples batallas espaciales consiguieron detener la caída de mi interés. Hasta que todo culminó en un final poco sorprendente y carente de cualquier clase de
emoción.
El gran protagonista de la historia es
Zack Lightman. Al principio parece que puede llegar a ser un personaje
interesante, pero conforme pasan las páginas, e igual que sucede con la
historia principal, va tornándose más y más insustancial y llegado el momento,
me importó entre poco y nada lo que le sucediera. Con los secundarios más de lo
mismo, mucho cliché y nada destacable en ellos, salvo sus constantes referencias
frikis que al final me agotaron.
La prosa que emplea Cline es bastante
sencilla, pero adecuada para una novela de un estilo juvenil como es esta y
donde la mayoría de diálogos están repletos de frases típicas de jóvenes del
siglo XXI. En ese sentido tampoco hay mucho que criticarle, hace lo que debe. El ritmo de la narración es ameno y ayuda a que el libro se lea rápido.
COSAS
QUE ME HAN GUSTADO:
·
El
libro se lee bastante rápido y eso en mi caso es algo que siempre agradezco.
· De
vez en cuando alguna de las frikadas que suelta Cline consiguen sonsacarte alguna sonrisilla.
COSAS
QUE NO ME HAN GUSTADO:
· El
exceso, sea cual sea este, nunca es algo bueno, y en este caso no iba a ser
menos el abuso de referencias frikis que nos encontramos en casi cada página y
que al final consiguen el efecto contrario al deseado por parte del autor.
· La
historia, además carecer en ciertos momentos de coherencia, no es que cuente
con pequeñas lagunas en su trama, es que parece que en ella se junten el océano pacífico
y atlántico. Da la sensación de Cline no se ha comido mucho el tarro y ha
juntado los argumentos de varias novelas, como su RPO, el juego de ender
etc...Y con el resultado de ese batiburrillo ha montado una historia a la que
le ha faltado mucho trabajo.
· Salvo
en momentos puntuales, es muy difícil empatizar con los personajes de la
historia. Planos, aburridos y bastante predecibles.
· El
final es bastante soso y previsible. Ni la parte que se supone que tiene que
ofrecer emoción, ni la que nos ofrece melodrama, consiguen en ningún momento
cumplir con su objetivo.
CONCLUSIÓN:
Si Ernest Cline dio en su momento el
pelotazo con Ready Player One, ahora es él quien se debería llevar un buen
balonazo en sus partes (seguro que más de uno recordaréis esa escena de los
Simpson) por no tomarse el tiempo necesario para terminar de pulir esta novela.
A base de emplear referencias frikis ha creído que podría encandilar de nuevo
al público. Y estoy seguro de que habrá mucha gente que solo con eso se habrá
quedado satisfecha, pero los que hemos ido un poco más allá, hemos terminado
bastante decepcionados debido a una trama muy floja que navega de forma
constante con la incoherencia (una cosa es ciencia ficción y otra bien distinta
tomarnos por tontos), unos personajes planos y un final soso acorde con el
resto de la historia. En definitiva, este es uno de sus libros con mucho más
nombre que calidad, y cuyos defectos pesan mucho más que sus virtudes.
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